Que no es lluvia, ni tormenta, ni mucho menos tempestad. Es delicado rocío que se desliza suavemente por la hojas de los árboles floridos. Es contundantemente la mejor situación meteorológica que conozco, por encima de mañanas soleadas o resurgientes arcoiris.
Sin duda alguna, la dulce lluvia de abril se declara predilecta. La simpleza de sus gotas que sólo pueden interpretarse cómo lágrimas de jolgorio y alegría de habitantes desconocidos que derraman, felices, los restos de sus sollozos.
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